Tengo dos grandes sueños, desde siempre.
El primero era ser madre y criar a mis hijos lo mejor posible. Me encantaría decir que ya lo he logrado, pero ahora veo que eso, mas que un sueño, es un trabajo para toda la vida. Desempeñar ese trabajo a diario no es solo una obligación y un sueño, sino que es lo que, a su vez, me da impulso a mi para vivir, para levantarme cada día con ganas e ilusión. Ahora soy incluso abuela, así que todo lo que acabo de decir, multiplícalo por dos. O por tres, o por diez o por lo que venga.
El segundo, siempre fue escribir.
Y mira que he he dicho “escribir” y no “ser escritora”
Bueno, pues eso lo hacía desde bien pequeña, desde el día en que gané un concurso de cuentos del cole, con uno que se llamaba: “La rosa y el sol” No recuerdo mucho de ese cuento, salvo que al final el sol y la rosa se hacían amigos y que los dibujitos que lo acompañaban eran du un cutre que lo flipas, pero sí que recuerdo las felicitaciones y la sensación de que eso era lo que quería hacer.
De modo que escribí, escribí siempre. Desde que tengo memoria.
A medida que me iba haciendo adulta entendí que, a la larga, eso no me iba a bastar.
Quería que me leyeran.
Los sueños, como las personas, son mutables. Pueden evolucionar. Si, como los Pokemon, pero sin rayos de colores. O si, vete tu a saber, quizá tu sueño sea ser experto en pirotecnia.
En fin, que me desvío.
Escribir en las redes sociales está muy bien, yo estoy en casi todas (por favor, no inventéis mas, que no me da la vida, carajo). Pero yo ya quiero tener un libro en mis manos en cuya portada figure mi nombre.
Jo, parece un sueño a lo grande, ¿verdad?
Hace poco decidí aunar varios de mis relatos de ficción en un solo archivo, le di forma de libro y lo mandé a varias editoriales.
Aquí me encantaría decir que se pelearon por mi manuscrito, pero no es el caso. De hecho, lo primero que recibí fue un mail de rechazo. Decidí hacer como Stephen King (que colgó su primera carta de rechazo en la pared que estaba tras la mesa en la que escribía, para poder verlo cada día y así motivarse), le hice una captura de pantalla al dichoso mail, me lo guardé bien y seguí intentándolo.
Tras un par de contactos que no me convencieron (me pedían dinero, en algún caso MUCHO dinero), se puso en contacto conmigo la Editorial Autografía, con la que voy a publicar mi libro de relatos.
¡Yupi! ¡Megayupi! ¡Chachi piruli Juan Pelotilla! (Perdonadme, soy de otra generación)
Pasada la euforia, empezaron los miedos.
Mierda, voy a tener que hacerme un montón de autopromoción. Hablar de mi libro machaconamente en mis redes no parece suficiente.
¿Mas recursos?
Hacer un booktrailer. (hecho)
Hacerme un blog. (hecho, hoy)
Empezar a publicar (estoy en ello, coñe, no metáis prisa)
Así que, aquí me tenéis, presentándome y sin tener mucha idea de qué narices escribir o publicar por aquí.
¡Cachis! Casi se me olvida.
El nombre de mi libro.
Grabadlo en la memoria:
Se llama...
El factor “Ese”